Translate

artículos





Caminantes


El camino se hacía cada vez más difícil de recorrer. No entendíamos por qué debíamos seguir subiendo. El guía era alguien muy difícil de abordar, demasiado hermético. Se molestaba con cada pregunta y sus respuestas eran escuetas, lo cual creaba mayor incertidumbre en el grupo.
Pero teníamos que confiar. No había otra alternativa. Era confiar en él o perdernos.
Ya hacía mucho tiempo que caminábamos, y casi todo el trayecto había sido cuesta arriba. La mayoría de nosotros estábamos agotados.
Tal vez, había más de un arrepentido. Sí, podía verse en algunos rostros.
Pero seguíamos al guía casi sin hacer comentarios. Era mucha la expectativa.

Finalmente, arribamos a una especie de gruta que, al parecer, no era muy frecuentada por seres humanos.
Comenzamos a penetrar en una caverna. El guía encendió una antorcha, nosotros, nuestras linternas.
El trayecto por el interior se no hizo más largo que el que nos había llevado hasta allí. Y cada vez costaba más. La caverna se hacía más húmeda y oscura, pero nuestros corazones se aceleraban y la energía se renovaba.
Las luces de las linternas se movían por las paredes, subían y bajaban, recorriéndolo todo.

Entonces, el guía se detuvo.
 —Aquí —dijo.
Todas las linternas enfocaron en la misma dirección.
Era una especie de puerta, que al ser empujada, se abría.
El guía se apartó para permitirnos el paso, lo cual creó una pequeña confusión. Algunos retrocedieron, hubo risas nerviosas. Nadie tomaba la iniciativa.
Pero no habíamos llegado hasta allí para no dar ese paso.
Ante nosotros estaba “eso” que tanto habíamos anhelado.
Entramos.
A partir de entonces comenzó el verdadero viaje.

                                           …………………………………..

De mis compañeros de grupo, no tengo noticias.

Yo sigo adelante, ahora me guía el camino.

No sé hasta dónde llegaré. Pero sé, que pase lo que pase, ya no puedo retroceder en este viaje… hacia las cavernas de mi mundo interior…



Estamos juntos en este viaje, como humanidad, como habitantes del mismo espacio en la misma línea de tiempo.

Tenemos una historia compartida, una memoria en común, arquetipos, paradigmas…
Formamos parte de un todo y TODO está en cada uno.

Pero la búsqueda es individual.

El camino de la evolución, la travesía hacia la expansión de la consciencia debemos hacerla en nuestro interior. Solo cada uno tiene la capacidad de entrar en las profundidades de “sus cavernas”.

Podemos acompañarnos, apoyarnos. Podemos viajar juntos. Pero cada uno descubrirá su propio paisaje. Cada quien dibujará su ruta, diferente, única.

Y toda ruta merece ser recorrida en libertad.

Deberemos ser conscientes de que cada uno avanza de acuerdo a su propia individualidad, su aprendizaje, su camino ya recorrido.

Deberemos recordar que nosotros mismos avanzamos al ritmo de nuestras posibilidades, y por tanto, reconocernos y reconocer a los demás como caminantes.

Tal vez, veamos que otros caminantes están detrás de nosotros. Cuando esto ocurra, no olvidemos que también estuvimos allí. Quizás no lo recordemos, pero tuvimos que haber pasado por los mismos parajes, cruzado los mismos puentes para poder estar hoy en el sitio en el que nos encontramos.

Yo soy otro tú, tú eres otro yo”, dicen los mayas.

Y cuando veamos a quienes nos aventajan y están delante, sepamos que pronto alcanzaremos esos horizontes; si seguimos en el camino, si nos damos el tiempo, el amor y el respeto que necesitamos.


Recordemos también que en cada caminante está el universo, por eso, lo maravilloso de este camino es que cada avance individual, cada logro evolutivo propio genera un avance colectivo. Un peldaño más para llegar al SER.

TODOS SOMOS UNO.


Paula Di Croce






MI SUFRIMIENTO, MI DECISIÓN

El sufrimiento nace en nosotros, es creado por nosotros. Y así como podemos crearlo, podemos dejarlo ir.
De hecho, cada vez que hemos dejado de sufrir, fue porque así lo decidimos, aun sin darnos cuenta.
El origen del sufrimiento no es otro que la resistencia. Lo creamos en nosotros cuando nos resistimos, cuando no queremos aceptar algo. Sufrir es decir todo el tiempo: "No, esto no debe ser así". Es desatar una pelea interna de energías que se contraponen.

El no aceptar algo tal como es, no lo cambia en absoluto. Sigue ahí. Y resistirlo es mantenerlo en nuestra mente constantemente, pero estancado, sin posibilidad de evolución, de crecimiento.
Resistir es decidir no integrarnos. Es permanecer en estado de tensión, ya que no podemos dejar de sostener ese muro que levantamos entre la realidad y nosotros. Bloqueamos el flujo de la energía, nuestra energía. Y malgastamos nuestros recursos en el sustento de algo que solo nos daña, nos cierra e impide que abramos nuestro corazón. 

El sufrimiento nace, crece, se sostiene y muere por propia decisión. Nadie ni nada externo puede provocarlo. Solo nosotros. De la misma manera, nadie nos puede librar de él. Por eso no tiene límites, puede instalarse para siempre o desparecer en un instante.

“El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional” Buda

En cambio, cuando aceptamos, integramos.
La energía fluye. La situación que nos hacía sufrir, ahora forma parte de nosotros, igual que todo el universo.
Cuando aceptamos algo que nos es adverso, experimentamos dolor. Pero el dolor se sana. El dolor fluye, a veces nos despierta y nos enseña.

Si aprendemos a aceptar el dolor cuando aparece y a sentirlo en cada célula; si permitimos que nos invada y nos dejamos atravesar por él, abrazándolo, comprendiéndolo, viéndolo como un proceso que necesitamos transitar; entonces sana, porque si está integrado a nosotros, evoluciona, no hay forma de que no lo haga. Y nosotros nos transformamos y experimentamos una liberación.

Cuando aceptamos una realidad tal como es, estamos diciendo: "Acepto, me acepto. Acepto que una parte de mi realidad no me gusta y me causa dolor, pero acepto este dolor como parte de mi proceso". Entonces, el corazón se abre a esta realidad y puede sentir, sin tensiones. El corazón puede “salir a respirar”.
Y aunque estemos heridos, podemos al mismo tiempo experimentar todo las maravillas que aún están para nosotros… y que siempre estarán. El cielo lleno de estrellas, la música, el arte y nuestra vida que no deja de vibrar, cada segundo… 

Y después… el dolor sana.

Y al sanar, nos hace comprender, crecer. Nos hace cada vez más libres, cada vez más LUZ.     


Paula Di Croce




     
   

No hay comentarios:

Publicar un comentario