La cita
Allí está, puedo verla. Ha pasado tanto
tiempo…
No puedo acercarme y dejar que me vea.
Comenzaría un interrogatorio demasiado complicado. Sería un golpe duro
enterarse de ciertas cosas, aceptar lo inaceptable.
Pero sé que me está esperando. Así fue
acordado, este día, a esta hora.
Se ve desolada. Quisiera abrazarla,
consolarla, explicarle que no estaba equivocada, que no está equivocada.
Se quedará un rato esperando, y no tiene
sentido seguir observándola si no puedo hablarle.
Se me ocurre hacer algún ruido para que
voltee y me vea, pero no debo. Es mejor así.
Ella sabe que no voy a presentarme, y aun así me espera. Necesita saber.
Conozco cada gesto en su rostro y sé qué
está sintiendo ahora. Puedo ver qué está pensando y hasta creo que no gira su
cabeza para no obligarme a descubrirme.
Tengo mucho para decirle, cosas que
realmente la aliviarían y, tal vez, cambiarían su rumbo. Tal vez sí le
serviría la información, tal vez…
No, calma, no tiene sentido dejarse
llevar por la emoción de verla. No es cierto que pueda ayudarla. No puedo
permitirme esa debilidad.
¡Pero Dios, cuesta! Ahora siento sus
lágrimas.
Desea tanto hablar conmigo, está tan
perdida…
Este encuentro fue planificado hace
demasiado tiempo.
Lo recuerdo muy bien, fui yo quien puso
la fecha. Fui yo y fue ella.
Me prometí que el día que cumpliera 20
años, es esta plaza, en ese banco, me esperaría a mí misma. A mi yo del futuro,
que vendría para decirme todo lo necesitaba saber.
Ahora estoy aquí, mirándome. Y aún no me decido…
Paula Di Croce
No hay comentarios:
Publicar un comentario