Esquina
Me levanto temprano para el colegio, me visto, salgo. Son
las siete y veinte de la mañana. Mi hermana y mi padre me esperan en la calle.
El auto arranca, estoy semidormida. Nos detenemos en Rivadavia y Avenida de
Mayo. Hay un bar es esa esquina. Cruzo Rivadavia y camino en dirección al
colegio.
Doce y media del mediodía. De regreso a casa, espero el
autobús frente a la esquina en la que descendí del auto en la mañana.
Día tras día, año tras año. La esquina de Rivadavia y
Avenida de Mayo me ve pasar. Quieta, indiferente. No me reconoce, no me
pertenece. Es solo el sitio en el que me deja mi padre por las mañanas y frente
al que espero el autobús.
Por las tardes nos juntamos con mis amigas, ¿dónde? Ahí en Av. De Mayo y Rivadavia. Dale,
a las seis…
Termino el secundario. Debo trasladarme para asistir al
establecimiento en el que tomo clases. El autobús me deja en la misma esquina,
de allí camino varias cuadras hasta el instituto. De vuelta, espero el
transporte. Sigue ahí. No me ve. No la veo.
Mis amigas siempre quieren que nos juntemos cerca de sus
casas, cerca del colegio al que ya no asistimos, es nuestra zona dicen. Encontrémonos en Rivadavia y Av. de Mayo y
ahí decidimos a donde ir. ¿A las nueve?, dale, no me dejes esperando, te
conozco.
Termino mis estudios, mi vida cambia, se transforma, trabajos,
mudanzas.
Tomo el transporte cada día. Cada día el recorrido me lleva a
pasar por el mismo sitio, ese que me vio crecer, estudiar, trabajar… Esa
esquina que no me pertenece ni yo a ella. He pasado tantas veces por su vereda,
he esperado tanto tempo a mis amigas en ese mismo lugar… Pero es solo una
esquina.
Hasta esa noche en la que decidiste esperarme allí.
Recuerdo tu figura, en una mesa del bar junto a la ventana,
buscándome con la mirada. Recuerdo mi ansiedad por llegar, mi angustia porque
mi retraso podría preocuparte. Te vi desde el autobús antes de que se
detuviera. Te vi antes de que me vieras.
Tu imagen está grabada en mí. Tu imagen y aquel momento de
reencuentro. De alivio mutuo: no te perdiste en Buenos Aires, no me pasó nada
malo, regresé a tus brazos, a donde pertenezco.
Recuerdo el contacto de mis manos con las tuyas, nuestro
abrazo... tus besos. Esa sensación tan indescriptible. Nuestro poema.
Sigo pasando por esa misma esquina cada día. Pero ahora es
distinta. Ahora cada vez que paso te veo en la ventana del bar, estás ahí,
esperándome. Ahora es nuestra.
Nada será igual… Me cambiaste la esquina.
Cerraré mis ojos
Cerraré mis ojos para ver
Me detendré para avanzar
Penetraré el silencio para escuchar
Dejaré de buscar para encontrar
Viviré en mi sueño para despertar
Me despojaré de mí… para ser TODO
Paula Di Croce
Soy
mis sentidos
dilatados hasta el estallido
(un yo liberado,
expandido al todo del ser)
ilimitada percepción
en la red universal.
Siento
(en la piel de mis propias condenas)
cómo duele el infierno
de los que, mojados, esperan el fuego.
Oigo
(en ecos de mi propios laberintos)
cómo brama la Tierra
por quienes, buscándose, olvidan el suelo.
Veo
(en sombras de mis propios duelos)
cómo se encienden las luces
de los que, marchándose, regresan eternos.
Huelo
(en aromas de mis propias creencias)
cómo perfuman las verdades
de quienes, encubiertos, develan los misterios.
Saboreo
(en sinsabores de mi propio paladar)
la dulzura inconsciente
de quienes, amargados, niegan la miel.
Percibo
lo que he sido,
lo que ha sido,
lo que soy.
Soy eso y soy vos,
siendo, soy y seré.
Somos uno.
Laura Mastellone
¿Por qué creí que algo sería diferente en aquel encuentro?
Si las que conectan son las almas…
Otras acciones, otro contexto. Diferentes, bien diferentes.
Nada se repite dos veces de la misma forma.
Y aun así, ese haz invisible, que no logro distinguir de dónde te nace, me anida en el corazón.
¿Qué sería diferente en este nuevo encuentro?
Si lo que nos alegra es existir y existirnos…
Otra familia, otras caras. Diferentes, bien diferentes,
aventurados a seguir co-creando el amor.
¿Qué sería diferente en nuestro encuentro?
¿Decir algo que nunca se había dicho?
Y la personalidad… tan debilitada,
que la esencia se nos escapa por los poros,
y decir algo parece inútil.
Si las que conectan son las almas…
Porque me basta existir y, si a vos también te basta,
entonces nunca se necesita hacer algo especial.
Porque en la práctica del desapego,
se arma y se desarma todo con la misma facilidad.
¿Qué debería haber cambiado en este encuentro?
Si las acciones, los contextos, las familias y las caras
son solo excusas… para conectar las almas.
Y en nuestro vínculo comprendo los vínculos humanos.
En el detalle de la sonrisa o la seriedad
de reconocer al otro ser como otra alma.
Mi pregunta se silencia al comprender.
Sol Vivas
Inspiración
Es tan fácil ver
el atardecer, y sentirse inspirado. Es como una gota de luz que penetra en el
cuerpo y busca dónde anidar. Allí, en ese espacio interior, la luz se expande y
desborda, convirtiendo lo interno en externo y todo en uno.
Así respira el
universo, a través de los seres que miran al cielo. El universo inspira,
absorbiendo de ellos su sabia y exhala, entregando su infinito sin fin.
Para eso están
ahí. Sin ellos el universo moriría.
Cada atardecer
el universo va al encuentro de su energía vital. Sabe que ellos estarán, como
siempre.
Ellos saben que
nada es todo, y que cada final solo es el instante previo a un nuevo comienzo.
De esta
sincronía nace la música. De la música nacen los seres que miran al cielo.
Y el universo se
inspira.
Paula Di Croce
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